La Bolsa mexicana vuelve a remar a contracorriente del resto de grandes mercados mundiales. Este lunes, en una buena jornada en Nueva York, el parqué del país latinoamericano se dejó más de un 4%, tocando su nivel más bajo en cuatro años y medio, ante la incertidumbre por los planes económicos del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador (Morena, izquierda), y sus socios. Un día después, con los principales índices estadounidenses y europeos a la baja, el mexicano recupera -solo parcialmente- parte del terreno perdido impulsado por la contundencia con la que el futuro titular de Hacienda, Carlos Urzúa, se despachó contra sobre el proyecto del Partido del Trabajo (PT, aliado de Morena) para que el Estado asuma la gestión de los fondos de pensiones, hoy en manos privadas. "No tiene ni pies ni cabeza", zanjó ya con los mercados cerrados, tras una de las peores jornadas para la renta variable mexicana en lo que va de año.
La moneda nacional, el peso -uno de los mejores marcapasos de la confianza de los inversores en la economía mexicana-, también recupera este martes parte del terreno perdido en los dos últimos meses. Y la prima de riesgo -la brecha de rentabilidad entre los bonos mexicanos y los estadounidenses, considerados exentos de riesgo- baja desde su nivel más alto en casi dos años, cuando Trump acababa de aterrizar en la Casa Blanca y amenazaba con liquidar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), cuya renegociación concluyó exitosamente el mes pasado.
Las palabras de Urzúa, convertido en el bombero que apaga el fuego en los mercados surgidos por las declaraciones de otros, fueron más allá del esquema de pensiones. Y resultaron ser un potente bálsamo para unos parqués que se han convertido en el principal contrapeso -no democráticamente elegido- del presidente electo y los suyos. El hombre fuerte de López Obrador en Hacienda prometió que en los Presupuestos de 2019 los gastos no solo no superarán a los ingresos, sino que el superávit primario -antes del pago de intereses por la deuda, una partida que ha crecido con fuerza en el sexenio de Enrique Peña Nieto (PRI)- será del 1%, frente al 0,8% anunciado anteriormente. Y reaseguró la autonomía del banco central, un principio que ha distinguido a México de otras grandes economías de América Latina en el último cuarto de siglo y que le ha permitido erigirse en uno de los preferidos para los inversores. El lunes, ya con los mercados cerrados, el futuro Gobierno mexicano anunció la designación de Gerardo Esquivel, propuesto en un principio como 'número tres' de Hacienda y que había participado en la redacción de las cuentas públicas del año que viene, como nuevo subgobernador del Banco de México a partir del 1 de diciembre.
La reacción y contrarreacción de las Bolsas ante las señales del Ejecutivo entrante y sus socios se han convertido en moneda de cambio común desde la abrumadora victoria -53% de los votos- de López Obrador en las elecciones del pasado 1 de julio. Marcan, en definitiva, un poderoso cerco sobre los cambios que los fondos de inversión y otros grandes tenedores de acciones, están dispuestos a transigir en la segunda mayor economía de América Latina tras Brasil. Lo marcaron hace un mes, con la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México; hace tres semanas, cuando el partido de López Obrador anunció una iniciativa en el Senado para limitar las comisiones bancarias -entre las más altas de América Latina- y que llevó al Gobierno a descartar cambios a corto y medio plazo; y este lunes, con una comparecencia de Urzúa que tenía -en sus propias palabras- un objetivo único: "dar mensajes de incertidumbre y confianza a los inversionistas nacionales e internacionales".