México busca la cura a la infelicidad
09 de Noviembre del 2018

“¿Cómo te sientes hoy?”, interpela un cartel a los jóvenes que entran al Hospital de las Emociones, en Ciudad de México. Se trata de una de las cinco clínicas que abrió el Gobierno de la capital desde que, en 2013, descubrió a través de la Consulta de tendencias juveniles que el 55% de las personas entre 14 y 29 años era infeliz. Desde entonces, más de 43.000 jóvenes han sido atendidos en estas instituciones públicas que dan tratamiento gratuito en algunas de las zonas más pobres y más conflictivas de la ciudad. Una actualización de la encuesta presentada este martes por el Instituto de la Juventud (Injuve) revela que las mayores preocupaciones se centran en la falta de dinero y el miedo a fracasar dentro y fuera del colegio.

¿Cómo se cura la infelicidad? “No podemos hablar de un manual para ser feliz”, explica Diana Puente, coordinadora de Apoyo Psicológico del proyecto, quien asegura que la solución tiene que ver con las formas en que se afronta el día a día. “Todo se trata de una percepción. Mientras que para mí la felicidad puede ser comprarme un par de zapatos, para otro puede ser fumarse un cigarro o viajar. [La infelicidad] es algo multifactorial, tiene que ver a lo mejor con una falta de recursos personales o materiales, o con una falta de oportunidades escolares y laborales, o con la crisis económica”, señala.

Las problemáticas que enfrentan los pacientes de estos centros, que tienen entre 12 y 29 años, van desde acoso escolar hasta tendencias suicidas o trastornos alimenticios. “Nosotros acá trabajamos de todo. Desde el chico al que le apena [da vergüenza] exponer en clase o no tiene amigos, hasta otros que se quieren cortar las venas porque terminaron con sus novias o jóvenes que fueron abusados sexualmente”, apunta Puente. La terapia para personas de esta edad requiere una formación específica. Los profesionales que trabajan bajo este programa son capacitados semanalmente por el Injuve en temas relacionados con la adolescencia o la juventud como sexualidad, uso de drogas o embarazos no deseados.

Uno de los datos más llamativos de la actualización presentada este martes es que un 23% de los encuestados presentó en algún momento ideas suicidas. “Es natural que se hayan preguntado alguna vez para qué existen o cuál es el punto de vivir. El problema es si lo hacen con frecuencia”, explica María Fernanda Olvera, directora de Injuve. “Pero hay solución”, asegura mientras incentiva a los jóvenes asistentes a la presentación de la encuesta a acercarse al Hospital de las Emociones. Desde que abrieron, las clínicas han atendido a más de 2.000 personas con tendencias suicidas.

“La de los jóvenes es una población muy complicada porque son muy ambivalentes. Hoy lo necesito y mi demanda es inmediata. Entonces hoy vengo, pero la siguiente semana no regreso. Por eso buscamos nuestro trabajo busca generar impacto en poco tiempo”, dice Puente, quien además es psicóloga en uno de los centros. Los tratamientos suelen durar entre 10 y 12 sesiones y las terapias nunca son iguales. Pueden ser individuales o grupales, incluir a las familias o incluso, en casos de autismo o síndrome de Asperger, realizarse con mascotas que la propia institución ha adoptado.

Las cinco clínicas de las emociones han sido construidas estratégicamente en algunos de los barrios más conflictivos y con menos recursos de Ciudad de México, para facilitar el acceso a un tratamiento psicológico a aquellos que no pudieran pagarlo. El centro más grande se ubica al este de la ciudad, a apenas unos metros de dos de los lugares más peligrosos, Morelos y Tepito. “Buscábamos esta zona porque es un contexto complicado y creemos que es a estos espacios a los que tenemos que llegar”, señala Puente.

Lejos de parecerse a un hospital, estas clínicas rompen con los estándares de las instituciones del sistema de salud pública. Paredes de colores, un perro que recibe a los que llegan y carteles animando a los pacientes a participar. Sin embargo, nada es suficiente para quitar por completo el estigma de que en ese lugar se brinda atención psicológica. “No me gustaría que mis amigos se enteren que vengo acá”, admite un joven de 17 años que se acerca al lugar con su pareja. “No se lo dije a mis padres aún”, acepta una chica de 15 años que apura su paso al entrar. Luchar contra los tabúes sociales es uno de los grandes desafíos que enfrenta el proyecto.

Las problemáticas que enfrentan los pacientes de estos centros, que tienen entre 12 y 29 años, van desde acoso escolar hasta tendencias suicidas o trastornos alimenticios.

“Todavía tenemos muchos estigmas por tratarse de atención psicológica. Pero se ha logrado tirar muchísimas barreras. Antes, ¿quién iba al psicólogo? Pues, los que estaban locos o los que de verdad tenían un problema grave. Ahora no, los chicos se acercan mucho más. Año a año, la demanda de nuestro servicio ha sido mucho mayor”, asegura Puente.

Varias son las dificultades que enfrenta para el futuro el Hospital de las Emociones. El otro gran desafío que enfrenta el Injuve es la continuidad de este proyecto ante la llegada de un nuevo partido al gobierno de la ciudad el próximo 5 de diciembre. A su favor, el Hospital de las emociones tiene el reconocimiento internacional. En marzo de este año la ONU premió al programa por su innovación, bajo costo y gran impacto con miras a cumplir los objetivos de la Agenda 2030.

Además, durante estos cinco años desde la creación diferentes países, como España o Colombia, se han acercado a través de la Coordinación General de Asuntos Internacionales de Ciudad de México a conocer las clínicas con intención de reproducirlas en otras ciudades. Con esto sobre la mesa, el ejecutivo entrante deberá decidir si este proyecto, sin precedentes en el mundo, valen la escasa inversión.